Cómo es vivir y trabajar en un santuario de animales

Imagina vivir rodeado de animales, en lugar donde individuos de muchas especies diferentes conviven en paz y libertad, respirando aire puro. Un lugar donde estos animales pueden vivir hasta el resto de sus días protegidos de la explotación, el abandono y la negligencia de los humanos.  

Así es la experiencia diaria de quienes viven y trabajar en un santuario de animales, un espacio dedicado al refugio, rescate y rehabilitación física y emocional de todo tipo de animales, desde especies salvajes, pasando por animales de compañía y animales considerados de “granja”. En estos lugares, los humanos no somos protagonistas, pues la misión es reivindicar el derecho de estos animales a vivir una vida plena y feliz.  

Lo anterior explica porque muchas veces los santuarios no estén abiertos al público, para evitar perturbar la tranquilidad de los animales y enfocar toda su energía y recursos en garantizar su bienestar, por lo que es fácil que la maravillosa labor de los santuarios resulte desconocida para muchos y que pase desapercibida frente a otras iniciativas de protección animal.  

Esto no tiene por qué ser así, por eso te invitamos adentrarte en el mundo de los santuarios, y conocer de primera mano como es residir y trabajar en uno de ellos:  

Foto Crédito: Adriana Gorman para Santuario Granjita TyH

La vida en una “granjita” 

Al interior del santuario mexicano Granjita TyH, ningún día es igual al anterior, y desde su campo ubicado en Ciudad de México, nos cuentan que no conocen la monotonía. Y con una población de más de un centenar de individuos que incluye perros, gatos, ovejas, cabras, cerdos, entre otras especies, es fácil comprender porque cada día es distinto, pues las tareas diarias dependen de las necesidades y eventualidades que se presenten con cada uno de los residentes.  

La única rutina que conocen en la Granjita –que toma su nombre en un esfuerzo por quitarle el especismo a la palabra granja– tiene que ver con la alimentación y la limpieza de sus instalaciones, así como el llevar a los animales a pastar durante en día, y encaminarlos de vuelta a sus corrales al atardecer, para que pasen la noche resguardados y en tranquilidad.  

Una rutina que bien conoce Fernanda García Naranjo Ortega, Directora General y Co Fundadora de Granjita TyH. “En mi experiencia, lo más increíble es compartir la vida con seres tan extraordinarios y mágicos como lo son los animales no humanos”, asegura, y continúa. “Además, verles libres y felices es una gran satisfacción y es un rayito de esperanza ante este caótico mundo en el que, lamentablemente, perpetúa el especismo”.  

Actualmente, Granjita TyH recibe donaciones de dinero y especies en su sitio web. Además, cuentan con un programa de apadrinamiento y venden productos veganos para ayudar a costear la mantención de los animales.  

“Un gran reto ha sido mantener el proyecto pues en México somos muy pocos los santuarios antiespecistas y la sociedad no está familiarizada con lo que hacemos así que debemos ir creando una cultura más animal y así también conseguir apoyo”, señala Fernanda.  

Nico y Maco, dos terneros rescatados y residentes del Santuario El Paraíso Animal – Foto cortesía: El Paraíso Animal

Vivir en el paraíso 

En el caso de El Paraíso de los Animales, santuario ubicado en la provincia de Buenos Aires, Argentina y hogar de más de 850 animales de múltiples diferentes especies rescatados del maltrato y la explotación, los días también son diferentes, pero todos comienzan igual. Uno de los primeros en despertar –y lo hace muy temprano– es Armando, fundador del santuario, quien lleva a los caballos, toros y vacas al campo a pastar. Poco después, comienza el primer recorrido para alimentar a todos los habitantes.  Con alrededor de 22 especies con dietas específicas conviviendo en comunidad, es muy importante dedicarle tiempo y atención a cada necesidad alimentaria.  

Y como todos los residentes de El Paraíso de los Animales tienen su historia particular, hay algunos que requieren un poco de compañía y atención especial a la hora de alimentarse. Este es el caso de tres caballos de avanzada edad que no poseen dientes y por tanto no pueden masticar, así como varios perros con necesidades especiales.  

Con los estómagos llenos, llega el momento de la limpieza y la higiene a cargo de los fundadores y el equipo de voluntarios, y la visita de veterinarios, quienes se encargan de administrar cualquier tratamiento médico y de realizar controles de rutina a los residentes. Por la tarde, los fundadores se dedican a la compra y recolección de alimento. ¿Aquí termina el día cierto? La respuesta es no, ya que, al atardecer, los voluntarios realizan una segunda ronda de alimentación.  

Una labor de largo aliento que, según nos cuenta Yamila Buboff, parte del equipo voluntarios del santuario, se refleja en los animales residentes. “Lo más maravilloso e increíble de vivir y trabajar aquí es ver que nuestros integrantes vuelven a confiar en el ser humano después de haber sufrido tanto tiempo. Los cambios son tanto físicos como emocionales. Nos demuestran día tras día la nobleza que tienen”, señala.

En El Paraíso de los Animales, el trabajo está lejos de terminar. Uno de sus sueños es construir un nuevo establo, ya que el actual se encuentra muy deteriorado y finalizar la obra del hospital veterinario al interior del santuario. Existen muchas formas de aportar para que este lugar siga siendo un paraíso para los animales, puedes revisar su sitio web para obtener más información, de momento no solo reciben donaciones en dinero, en alimento y en medicamentos, sino que también cuentan con un programa de apadrinamiento.

“Fleco”, un mono aullador, residente del santuario Proyecto Carayá.

Libertad en el bosque 

Como ya adelantábamos, existen muchos tipos de santuarios, y en el caso de Proyecto Carayá, un santuario argentino ubicado en la localidad de La Cumbre su misión es el rescate, rehabilitación y conservación de primates. En el último tiempo también han abierto sus puertas a varios ejemplares de puma, y a perros que son puestos en adopción responsable, pero el grueso de su población lo conforman 170 monos, la gran mayoría monos aulladores, rescatados del tráfico y tenencia ilegal, y monos capuchinos, víctimas de la experimentación científica y zoológicos. 

Con una población tan dinámica, no es casualidad que cada día esté lleno de actividades a cargo del equipo de voluntarios. Desde la preparación y distribución de alimento y agua, pasando por la reparación y construcción de refugios, así como la observación y registro de las actividades de los grupos de primates, la lista de pendientes es interminable. Al interior del santuario, la mantención de los animales se complementa con el apoyo en el aprendizaje de las crías, y la organización de visitas guiadas no invasivas en ciertas épocas del año, entre otras actividades.  

Mayu Pilsel es la Coordinadora de Proyecto Carayá, y asegura que “si bien es un trabajo muy sacrificado, vale la pena ver la cara de todos los animales cuando los rescatamos y los llevamos al santuario. Vivir en la naturaleza y protegerla es muy gratificante. Sentimos que somos parte del cambio y nos encanta”.

Pero no todo marcha siempre viento en popa, y uno de los principales desafíos es que el santuario se encuentra ubicado a más de 11 km del pueblo más cercano, por camino de montaña. El aislamiento complejiza el abastecimiento –toma dos días ir y volver– y la obtención de servicios básicos como la luz y el gas, ya que el espacio aún no cuenta con los recursos para energizarse de forma autónoma y renovable.  En el horizonte de Proyecto Carayá esta el sueño de crear otro santuario en el Noreste argentino para devolver a los monos a su hábitat natural. Si quieres colaborar con este y otros objetivos a largo plazo, puedes visitar su sitio web. Actualmente su labor se sustenta al 100% de donantes y las visitas guiadas.

¿Quedaste con ganas de conocer más a fondo a sus residentes y sus historias? No olvides seguir en Instagram a Granjita TyH, El Paraíso Animal y Proyecto Carayá para no perderte ninguna novedad.

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