Cuando llega la hora de reducir el consumo de alimentos de origen animal, muchas personas prefieren eliminar la carne roja –proveniente de vacas, cerdos, corderos, Etc.– pero seguir comiendo carnes “blancas”, como el pescado, y particularmente el pollo. Esta decisión estaría motivada, en parte, por la creencia de que la carne del pollo es más “saludable” que la proveniente de otros animales, que tiene menores niveles de grasa o que su producción es más amigable con el medioambiente.
La realidad es que el consumo de carne, independiente de su procedencia, puede tener consecuencias negativas en nuestra salud. Según la organización Greenpeace, su consumo está asociado al incremento de enfermedades no transmisibles como el cáncer, obesidad, diabetes tipo II, enfermedades cardiovasculares, enfermedades del intestino (diverticulitis) o enfermedades crónicas del hígado. Y cuando se trata del pollo específico, existen varias razones por las que resulta beneficioso eliminarlo por completo de nuestra dieta. Aquí te contamos algunas razones.
¿ES REALMENTE BUENO PARA LA SALUD?
Un estudio realizado por el Instituto de Salud de El Salvador concluyo que existe una “importante contaminación microbiológica de la carne de pollo” y que esta presencia de microorganismos “representa riesgo para la salud de los consumidores”. En Estados Unidos, el Centro de Control de enfermedades reporta que cada año en los Estados Unidos aproximadamente un millón de personas se enferman por comer carne de ave contaminada con bacterias Campylobacter, y algunas veces con bacterias Salmonella y Clostridium perfringens.

Otro elemento nocivo presente en la carne de pollo es el arsénico, una sustancia química tóxica que ha sido identificada como causante de cáncer, y es mortal en dosis elevadas. La FDA – Food and Drug Administration o Administración de Alimentos y Medicamentos– de Estados Unidos, reveló recientemente, tras realizar un estudio, que alrededor de la mitad de los pollos ensayados han absorbido arsénico inorgánico en el hígado, ya que este se encuentra presente en el pienso que se utiliza para alimentarlos.
La Helicobacter es una bacteria que se encuentra en la carne de aves, la carne roja y el agua no potable. Si uno entra en contacto con esta bacteria, puede generarse una infección, cuyos síntomas incluyen vómitos y diarrea; a veces acompañada de sangre. En julio del 2014, el periódico The Guardian, publicó una investigación sobre la industria de las aves de corral de Gran Bretaña. Los alarmantes resultados indicaban que dos tercios de los pollos destinados a la venta en el Reino Unido están contaminados por Helicobacter.
La situación es similar en Latinoamérica, ya que según la Red Informática de Medicina Avanzada, “La infección con Helicobacter pylori (HP) está altamente diseminada en Latinoamérica: entre el 70 y 80% de su población, y es una de las causas principales de gastritis crónica, úlceras pépticas y duodenales, y cáncer gástrico. Además, esta bacteria puede ocasionar deficiencias nutricionales, principalmente sobre el estado del hierro y otros micronutrientes“.
Con todo esto, no debería sorprendernos que el mito de que la carne de pollo es más saludable que la de otros animales, está muy lejos de la realidad. El National Institutes of Health (NIH) junto a la American Heart Association publicaron un estudio en el que advirtieron sobre los peligros del colesterol –presente en los huevos y en la carne de pollo– para la salud. El reporte indicaba que “consumir de tres a cuatro huevos a la semana se ha asociado con un riesgo de un 6% mayor de sufrir un accidente cardiovascular (como un infarto de miocardio o un ictus) y un aumento del 8% del riesgo de morir por cualquier otra causa”. Los investigadores, además, descubrieron que consumir cantidades comparables de carne roja o de pollo aumentaba de forma similar los niveles de colesterol.

Gripe aviar
Los virus de origen zoonótico, como la gripe aviar pueden afectar a los humanos, “causando enfermedades que van desde infecciones leves de las respiratorias superiores (fiebre y tos) hasta neumonía, choque séptico, síndrome de distrés respiratorio agudo o incluso la muerte”, según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS). El primer caso en humanos se registró en 1997, en Hong Kong y el brote estuvo relacionado a los pollos.
Desde octubre de 2021, más de 140 millones de aves de granja de todo el mundo han muerto a causa de la gripe aviar o del llamado sacrificio masivo. Es un duro recordatorio de que la industria agrícola ve a los animales como números, en lugar de como individuos.
En 2022 varios países se enfrentaron a nuevos brotes de esta enfermedad, que siguen afectando a miles de aves que han tenido que ser sacrificadas para no propagar el virus a los seres humanos. Se trata de una crisis global y Latinoamérica no ha sido la excepción.
En Chile, en marzo de 2023, se reportaron dos brotes importantes; uno de ellos en una planta comercial de la industria avícola, que tuvo como resultado la muerte de 40 mil aves de corral; y un segundo caso que afectó a casi 5 mil aves en un plantel agrícola de Linares que podrían correr la misma suerte.
Si bien el virus se ha extendido a algunos mamíferos, y ya cuenta con algunos casos confirmados en humanos desde abril de 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que el riesgo actual para el ser humano es bajo. Sin embargo, los riesgos de su propagación consideran que el virus pueda mutar a una forma más peligrosa para el hombre y provocar otra pandemia. Por ahora, sigue costando la vida de miles de aves en el mundo, solo por el maltrato y descuido que sufren en la industria que las sacrifica.
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