Todos los santuarios son diferentes. Pero todos tienen algo muy importante en común: cada residente tiene un nombre y una historia. Te invitamos a conocer más de cerca a algunos residentes de santuarios de Hispanoamérica. Es muy probable que sus experiencias de vida cambien tu perspectiva.
Nico & Maco: una segunda oportunidad
Dos terneros de dos años que hoy viven libres y felices en el santuario argentino El Paraíso de los Animales, ellos son Nico y Maco, pero su historia tuvo un comienzo muy distinto. Hace unos años, y cuando eran tan solo crías, Nico y Maco viajaban junto a otros 78 terneros hacía un matadero ubicado en la localidad de Luján. En camino a lo que sería una muerte segura, y después de solo conocer el abuso y la soledad, el camión que los transportaba sufrió un choque y volcó en la carretera. Tras este evento traumático, los toros que aún se podían mantener en pie, comenzaron a correr por el lugar, dominados por el miedo y la confusión, luchando por sobrevivir. La mayoría de los humanos a su alrededor, residentes del lugar, no tuvieron piedad, y comenzaron a faenar a todos los que pudieron capturar.
Mientras esperaban su turno para ser masacrados, como sucedió con cerca de 80 vidas inocentes, Nico y Maco conocieron por primera vez la compasión humana, cuando un grupo de activistas logró rescatarlos de manos de los lugareños. Luego de ser separados de sus madres con pocos días de vida, sufrir maltratos y ver a sus pares ser asesinados, Nico y Maco arribaron al santuario. Sus condición no era la mejor; llegaron tristes, débiles y temerosos, pero, poco a poco, gracias a la atención y los cuidados de los voluntarios, el contacto con la naturaleza y con otros animales, lograron rehabillitarse y formar parte de una gran familia, de más de 850 animales. Hoy, su futuro es brillante, pero Nico y Maco siguen siendo la excepción, ya que millones de animales siguen siendo víctimas de la explotación de la industria ganadera y de consumo.
Lorenza, Cajeta y Altair: el rebaño crece
Las historias se cruzan en el santuario mexicano Granjita TyH, que hoy alberga a un centenar de animales, pero todo comenzó con Lorenza y Cajeta. Estas dos cabras fueron rescatadas cuando solo eran bebés de un “Mercado de Chatarra” en la localidad de Puente de San Bernabé, que recibe ese nombre por las deplorables condiciones en las que mantienen a los animales. Ambas cabritas estaban débiles, enfermas y su expectativa de vida era cercana a cero, pero gracias a la dedicación y cuidados de quienes al poco tiempo fundarían la Granjita TyH, Lorenza y Cajeta sobrevivieron contra todo pronóstico. Hoy, es posible apadrinar a Lorenza y Cajeta, quienes viven libres y en paz en los terrenos del santuario, y ya que son las más veteranas, se han convertido en las líderes del rebaño.
Un grupo de caballos también reside en la Granjita, y uno de ellos, bautizada como Altair, carga con una historia de vida conmovedora. Víctima de una práctica cruel y todavía presente en muchos países de Latinoamérica, Altair fue explotada por años como animal de tracción, esclavizada a jalar una carreta de basura en Bordo de Xochiaca, Estado de México. Tras años de abuso, el Municipio de esa localidad finalmente entregó vehículos motorizados a los recolectores para que los animales pudiesen ser liberados. Poco después, el equipo de activistas de la Granjita localizó a Altair e inició los preparativos para trasladarla al santuario. Pero hubo una sorpresa, Altair no estaba sola, y el rescate se extendió a sus dos hijos, Zaratustra y el pequeño Aldebarán, de tan solo un mes de nacido.
Los tres llegaron en muy malas condiciones tanto físicas como emocionales, pero con el cariño y los cuidados necesarios, se fueron convirtiendo en equinos traviesos y seguros de sí mismos. Actualmente disfrutan correr libres por toda la Granjita y Altair ama las zanahorias.
Guillem & Ramón: amigos de por vida
En 2015, una serie de inundaciones en el río Ebro alertó al santuario español Fundación Gaia, ya que muchos animales fueron abandonados al interior de las granjas para así cobrar los seguros cuando estas se inundaran, matando a muchos animales en su interior. Guillem y Ramón lograron escapar esa condena a muerte, pero todavía corrían peligro mientras deambulaban desorientados y débiles en una acequia. Ramón se encontraba más débil, pues las inundaciones le causaron una neumonía que amenazaba con terminar con su vida demasiado pronto.
Cuando los voluntarios hicieron saber a Coque e Ismael, fundadores del Santuario, que habían encontrado a estos dos cerdos, ambos no duraron en ofrecerles un hogar, aún cuando en ese momento, el santuario pasaba por un momento crítico en donde no tenían espacio para albergar a más animales. Los fundadores se negaron a la posibilidad de que estos cerdos sufrieran un segundo abandono. Por un tiempo, Guillem y Ramón durmieron junto a Coque e Ismael en su habitación. Un día, en una jugarreta, los cerdos lanzaron una cama por los aires. Hoy ambos cerdos disfrutan de amplios espacios para vivir y recorrer, y reciben todos los cuidados necesarios. Se encuentran en tan buen estado de salud, que ¡Son los cerdos más grandes de todo el santuario!
Momo y Wilburg: hermanos en libertad
Muchos habitantes de santuarios arriban a sus instalaciones producto de la tenencia irresponsable de mascotas, no solo de animales de compañía, sino que también de animales silvestres no domesticados, que son abandonados a su suerte luego de que sus compañeros humanos descubren que los cuidados de estas “mascotas” son más complicados de lo que esperaban. Esto ocurrió con Momo y Wilburg, dos cerdos vietnamitas hermanos, hoy residentes del Santuario Joplin, ubicado en España.
Como consecuencia de la popularidad de la compra– muchas veces irresponsable – de cerdos vietnamitas como mascota, Momo y Wilburg fueron abandonados en una zona agreste. Confundidos, y temerosos de los humanos, ambos cerditos conformaron una pequeña manada para cuidarse el uno con el otro, pero esto no evitaba que pudiesen ser víctimas de la caza. Es más, antes de que el equipo del Santuario Joplin tuviera conocimiento del caso, se organizaron varias batidas de caza para darle muerte a estos indefensos hermanos. Pero tras un lento y minucioso trabajo, donde los voluntarios de Joplin establecieron una conexión y una relación de confianza con Momo y Wilburg, ambos cerditos fuero rescatados y hoy viven felices y en libertad.
¿Conoces otras historias de animales de santuarios que todo el mundo debería conocer? Por favor escríbenos a [email protected] para poder sumarlas.
Como ves, estos individuos son solo algunas de las víctimas de la explotación sistemática de los animales por diversas industrias. Muchos santuarios creen que seguir una dieta vegana a base de plantas es clave para erradicar el sufrimiento de los animales que aun no logran rescatar. Puedes inscribirte de forma gratuita con nosotros si quieres probar una alimentación vegana por un mes.